Galería de personajes

domingo, 26 de febrero de 2017

Reseña de "El silencio de la ciudad blanca" de Eva García Sáenz





No me gusta que me tomen el pelo. Agradezco que el autor me haga partícipe de la historia, sobre todo si se trata de un thriller o de una novela policíaca, pero no me gusta que me engañen. No me gusta que me dé falsas pistas que ni siquiera el protagonista esté dispuesto a seguir. Es como si fuera montando el caso conforme va escribiendo y parezca que no sepa a quién echarle el muerto, literalmente. Y, además, que lo haga tantas y tantas veces que la novela se eternice y la historia termine por tornarse aburrida. Sí, reconozco que el final e incluso mucha de la historia resulta interesante, pero tantos giros de la investigación, tantos callejones sin salida terminan cansando. El libro, para mi gusto, hubiera quedado redondo sin todo eso. Además parece tener como dos momentos de composición. El comienzo parece haber sido escrito por otra persona distinta a la que escribe hacia el segundo tercio de la novela. Los personajes en esta primera parte se muestran planos y los diálogos irreales. Hay momentos en los que parece que hablan para la galería, como en el teatro clásico, contando y explicando cosas que deberían ser muy conocidos por los implicados, como los métodos policíacos en conversaciones entre policías que se detallan demasiado; no es creíble que se tengan que explicar cosas que están realizando continuamente, a no ser que se hiciese para alguien ajeno a este mundo, como el lector. Tampoco las minuciosas descripciones sobre investigación o perfiles de asesino que entenderían que nos los mostrasen si la conversación se realizase con alguien lego en la materia.

Conforme avanza la novela parece que se han cuidado las interacciones entre los personajes, pero no por ello ganan profundidad. La relación tipo “El silencio de los corderos” tampoco es muy original: un mentor encarcelado y un alumno policía. La autora llega incluso a descubrir sus cartas exponiéndonos claramente que la historia seguirá los puntos del camino del héroe de Campbell, peregrinaje que subyace en tantos y tantos relatos, pero que no por ello es necesario desnudar y mostrar su andamiaje. Es como si el mago nos desvelase su truco antes de realizarlo. Y es una lástima porque la historia podría haber sido muy buena, pero el hacernos el esquema de lo que vendrá (aunque decida en un momento dado romperlo) y el engañar y desorientar al lector durante tanto tiempo me impidieron disfrutar de gran parte de la novela. Podría llegar a entenderlo si hubiese sido una serie de televisión que pretende alargarse durante varios episodios para completar el número estándar de capítulos por serie, pero no en un libro. Luego la aparición de elementos sobrenaturales cual “deus ex machina” para solucionar situaciones complicadas, me parece engañar al lector actual que quiere cierta coherencia en este tipo de relatos. Y luego cuando ya parece que vamos a tener un final dramático, vuelve a introducir elementos sobrenaturales para conseguir un final feliz bastante forzado donde todos comen perdices.

Eso sí, como guía turística para conocer Vitoria es una verdadera joyita, sobre todo gastronómica y de tapeo.

Tal vez haya sido muy dura en mi crítica, pero lamento ver que una buena historia pierde parte de su interés por alargarse en exceso y, además, como empecé diciendo, no me gusta que me engañen en este tipo de novelas.

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